Dentro de la extraordinaria labor que está haciendo el Departamento de Biología para promover el conocimiento, la curiosidad y la pasión hacia las Ciencias Naturales (no nos parece casualidad que a día de hoy una enorme cantidad de alumnos de 3º de la ESO del presente curso estén desarrollando curiosidad por las carreras de biología, veterinaria, medicina y todo lo relacionado con las Ciencias Naturales) hoy podemos comentar la labor que han estado haciendo con los alumnos de 1º de la ESO, tanto de Programa como de Sección, para fomentar su curiosidad hacia los insectos y a sus extraordinarias posibilidades y capacidades.
Se trata de una actividad de fomento del uso de la lupa como elemento de observación, como paso previo a las actividades que han estado haciendo del uso del microscopio. Igual que nuestros alumnos manipulan ojos, abren pulmones, cortan corazones, analizan el agua y el aire para medir la contaminación o estudian los líquenes de la ciudad para saber que grado de toxicidad estamos respirando, bien pueden disfrutar de la riqueza y la maravilla del mundo de los insectos.
La actividad, que consistía en la observación de insectos bajo lupa (para que los alumnos aprendan a enfocar y a observar, a graduar y a manipular) se realiza de una manera intuitiva y explorativa: los alumnos no reciben una guía de lo que deben observar o lo que deben buscar, por razones didácticas son ellos los que deben mirar, experimentar, compartir y si acaso preguntar.
Las razones para este enfoque son bien simples: el método científico parte de la indagación, la curiosidad, la duda, el cuestionamiento, la mera observación por el placer de hacerlo. Al menos alguna actividad de las que realizan en el curso debe contar con esa falta de guía para que sean los alumnos quienes generen, planteen y desarrollen la indagación que está implícita en la investigación, y por ser los insectos algo que ya genera curiosidad (y que tanto cambia bajo la observación con lentes de aumento) la entomología (el estudio de los insectos) es una oportunidad ideal.
La actividad permite que los alumnos vayan observando gradualmente: colores, formas, partes delcuerpo, texturas, extremidades. Los insectos van resultando bajo la lente algo muy distinto de lo que se ve a simple vista: y no es algo que estén viendo en una pantalla de ordenador, es algo que tienen delante de sus propias caras y que cambia diametralmente de la observación natural a la amplificada, algo que pueden comprobar a cada momento y al ritmo que ellos quieran.
Es al hilo de esa observación que los alumnos empiezan a plantear preguntas a los profesores ¿Para qué las extremidades tienen determinadas formas? ¿Para que esas vellosidades? ¿Por qué esos angulos oculares imposibles? ¿Por qué esa ausencia de rigidez en las antenas? ¿Por qué tienen determinados colores?
Los profesores pueden responder inmediatamente a esas preguntas, pero lo que se hace es dejar que ellos especulen, formulen teorías, acertadas o equivocadas. Eso es el método científico. Luego a continuación se les aclara y ven o no confirmadas sus ideas: eso mismo les pasa a los científicos, por cada teoría acertada hay siempre varias equivocadas. Nadie está a salvo del error. El error es necesario. Es el paso previo al acierto, e incluso cuando se acaba hallando la solución hay que someterla a la comunidad científica para que se pueda verificar si es correcta o acertada.
¿Quién sabe? Quizás nuestros alumnos acaben siendo grandes entomólogos, expertos en biónica (la tecnología que aplica los diseños del mundo natural a la arquitectura y la ingeniería) investigadores científicos o simplemente personas y ciudadanos con un espíritu crítico potenciado por el método científico.
En este caso, lo que nos consta es lo bien que lo pasaron los alumnos de 1º de la ESO con estas actividades y que el éxito de la actividad llevó también a que se volviera a repetir la actividad dentro de las populares acciones de los Recreos de Ciencias.
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